En nuestro país el fútbol femenino ha sido incorporado como una disciplina semiprofesional. Actualmente, cuenta con su propio torneo. Controversias, desafíos e historización de la disciplina.
El fútbol es mucho más de lo que pasa en una cancha, es un juego de pueblos y una expresión de nuestra cultura, en el cual el rol de la mujer siempre estuvo relegado a un espacio decorativo y hasta en cierto punto denigrante. En el campo de juego, las mujeres ocupaban el rol de entretenimiento en los descansos de cada partido masculino. Su desempeño y participación como jugadoras de ese deporte al que entretenía, era impensado.
El fútbol institucionalizado como práctica deportiva femenina se reconoce desde 1991, año en que la FIFA, institución que gobierna las federaciones de fútbol a nivel global, organiza la primera Copa del Mundo y un Congreso de fútbol donde por primera vez se trae a la mesa de debate la práctica femenina. Acontecimiento que provocó que desde FIFA se ordene al resto de las federaciones comenzarán a abrir espacios para el fútbol femenino.
Antes de que FIFA se involucrara, el desarrollo del fútbol femenino como la práctica ya existía. Se jugaba amateurmente entre vecinas, compañeras, amigas. En 1971, la “selección argentina” (entre comillas, porque si bien representaban al país, no tenían aval ni reconocimiento alguno), disputó un mundial no oficial en la ciudad de México. Fueron 16 las jugadoras que viajaron por sus medios y que consiguieron un hecho histórico para el fútbol femenino luego de vencer 4 a 1 a Inglaterra en el Estadio Azteca. Un hecho que si bien es reconocido como hazaña, no logró generar revuelos ni tener el reconocimiento que mereció, y es que, hablar de la semiprofesionalización Argentina, nos remonta recién al año 2019, cuando se constituyó la primera Liga Femenina en Primera División.
Una liga que fue producto de la lucha feminista, del acto revolucionario de las mujeres que se paran dentro de una cancha de futbol para practicar un deporte historicamente avalado solo para varones, asi lo manifiesta Ayelén Pujol, autora de ¡Qué jugadora! y Barriletas Cósmicas, pero que además, fue consecuencia de un hecho particular que involucra a la jugadora Macarena Sánchez, quien denunció una explotación laboral. Manifestó que le prohibieron el derecho a ser jugadora si no trabajaba como empleada de la institución. Este hecho llevó no solo a un estado público inmenso sino a que se tomen medidas en cuanto al fútbol femenino como disciplina latente.
La creación de la liga, también propició avances múltiples y, por ejemplo, abrió la puerta a una televisación de señales del estado como la TV pública y DeporTV, donde la mujer también ocupaba espacios en los relatos, arbitrajes, campo de juego y como entrenadoras.
El fútbol femenino aún no es un disciplina semejante al fútbol masculino, en el sentido que se habla de un deporte semiprofesionalizado porque solo algunas jugadoras dentro de un mismo equipo tienen contrato de trabajo, pese a que cada día sea más consumido y existan múltiples torneos, mundiales, auspiciantes y juegos online. Sin dudas, aún necesita espacios y visibilidad. Necesita que cualquier niña que desee practicar fútbol femenino pueda hacerlo.
Es importante resaltar, en el sentido de lo expuesto, que actualmente las políticas públicas, gubernamentales y el desfinanciamiento de los Medios Públicos está golpeando la visibilidad del fútbol femenino. La privatización de los derechos de transmisión limita el acceso de los usuarios a consumir una disciplina que aún lucha por visibilidad y emparejamiento, limita la posibilidad de sumar patrocinadores que generen ingresos extras a las instituciones que deciden apostar por esta disciplina en la rama femenina y nos postula a pensar en un futuro incierto, donde sin un compromiso estatal y una participación firme, peligren que haya un retroceso en la práctica, que los hechos mencionados con anterioridad queden relegados a un etapa “de oro” de la práctica femenina, incluso sin haber sido de oro. Se necesitan medidas concretas y alentadoras para promover el fútbol femenino y que se convierta en una disciplina profesionalizada completamente, no un retroceso.
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